SOMOS ÉTER
"Yo no soy lo que me sucedió. Yo soy lo que elegí ser".
Después de contaros la historia de AUGAS®, debo contaros quién soy yo.
Yo siempre he sido una "Criatura" que no encajaba en ninguna parte.
Jugaba al futbol, prefería estar dibujando en lugar de estar en grupo... No tenía (ni tengo) un grupo de amigos concreto. Tengo mis mejores amigos y luego amigos de lo más variopinto: 30 años, 60 años, extranjeros, españoles, de ciudad, de aldea... Y ahí está el encanto de la vida y de lo que me aportan y me enseñan.
Siempre fui curiosa, siempre me gustó montar a caballo, los coches, las motos, todo lo que corra o vuele... En un ocasión, bajé por el monte con mi bicicleta, tropecé en una piedra y acabé en una charca de jabalíes (afortunadamente sin jabalíes). Mi abuelo casi se muere del susto al verme llegar. Imaginad.
Y os digo esto porque es muy importante.
Un día, comenzó a dolerme la espalda. Dijeron que era lumbago.
Pasaron dos años y yo ya no podía caminar bien, ni atarme los cordones. Estaba harta de ver médicos y que todos diagnosticaran lo absurdo. Y digo absurdo porque con nada mejoraba.Ya no tenía ganas de levantarme, de hacer nada, de ver a nadie...
Y casualidades o "causalidades" de la vida, a mi madre le hablaron de un médico neurocirujano que era una eminencia. El Dr. Allut. Nunca olvidaré a ese hombre.Nada más verme entrar, apretó los labios... Yo sabía que aquello pintaba mal.Tras hacerme unas preguntas de rutina, me mandó caminar de puntillas, de talón, me tumbó en la camilla y con una mano sobre mi tobillo me dijo que empujara con todas mis fuerzas. No levanté ni cinco centímetros (lo normal es que te pare o que llegues a su mentón...)Me senté de nuevo, mi hermana a mi lado y mi madre al otro extremo.- O te opero ya o a los 29 estarás en una silla de ruedas.
Empezó a decirme que a falta de confirmación en resonancia, tenía una hernia discal, un nervio presionado que me dejaría secuelas...
Y yo, en mi mundo, le miré y le pregunté "¿pero puedo montar a caballo?"Él no daba crédito.
Me estaba explicando los riesgos y el procedimiento y yo preguntándole por el caballo.
-El caballo... debes olvidarlo.-¿Y la moto?-Si todo sale bien. Mínimo un año de espera.
Me lo tomé como mitad alivio, mitad "maldita sea".
En dos meses estaba operada. No fue sencillo. El disco estaba absolutamente destrozado. Y uno de esos trocitos estaba hacia la médula. Lo normal es que tras esa operación, pongan una placa, una fijación. En mi caso decidieron que no. Que era muy joven y no pintaba bien...Un caso de libro, a mi edad.
Pasé un año horrible. Pilates, "no hagas esto, no hagas lo otro"... Pero sin dolor, salvo al levantarme por las mañanas o si pasaba mucho tiempo sentada o de pie.
Al año, revisión.
Comparando las resonancias descubrieron que los discos y las vértebras habían menguado.
Y ahí, justo en ese momento, mi vida, tal y como la conocía, cambió.
DEGENERATIVO.
Mi cabeza iba a mil por hora. Solo escuchaba, "espondiloalgo", degenerativa severa, la placa, romper, tornillos...
Tardé unos días en procesar aquello. Y cuando fui consciente (y de corazón pido perdón a quien esté pasando por lo que voy a mencionar, pero lo digo tal como fue, con el corazón en la mano) me dije a mí misma "¿por qué no un cáncer? O lo supero o al menos, tendría una fecha".
Y es que saber y ver cómo te marchitas cada día, preguntarte cuánto se habrán desgastado en el último año, si habrá parado un tiempo...es tan cruel. Pensar si vivirás lo suficiente para verte en una silla, cuándo será el día que no puedas hacer lo que te gusta. Pensar que no tiene cura, ni alivio a veces. Es crue.
Muy cruel.
Si quedo contigo a las 10, debo levantarme a las 08:30, porque mi espalda está totalmente rígida. Cuando maquillo en ciertas sillas, siento un dolor atroz. Algo tan absurdo como colocar el nórdico, para mi era el infierno (hasta que aprendí cómo hacerlo a mi manera).
Quise desaparecer y lo digo así, suave, pero me entendéis. Y cuando esa idea tomó forma, pedí ayuda. Pedir ayuda es de valientes.
No ES sencillo, pero aquí estoy. Con la lección más importante que he aprendido en la vida: no es una maldición. Es una bendición.
Estoy agradecida por lo que me ha tocado, porque me ha hecho mejor persona. Ha hecho que yo decida el precio que quiero pagar: si quiero montar a caballo, costará dos días de dolor.
Si quiero ir en moto, costará uno.
Destino mi tiempo y mis vértebras a lo importante.
Nada ni nadie me va a impedir coger en brazos a Paul Michael, que a sus 7 años pesa 26,5 K. Eso es importante.
Si quiero ir en moto a ver a mi gemelo malvado, mi familia Morito - Gutiérrez a mi sobrino Martín o a comer a Venta Manolo, solo podría pararnos tráfico. Y no les damos motivos.
Nada ni nadie me impedirá maquillar ni dejar de hacer posturas incómodas para ver la luz o los reflejos de un pigmento.
Gracias a esto, digo "te quiero" cuando me sale. Beso y abrazo. Porque no tenemos el tiempo que pensamos que tenemos.
Soy mucho más amable, porque no sé qué batalla está librando quien tengo delante. Sí, indudablemente tengo la mala leche de la abuela Benedicta, pero cuesta mucho que salga, si lo que me sucede casi nunca es "importante".
Aprendí que compartir tu historia, ayuda e inspira.
Y un día, en medio aún de la vorágine AUGAS® llamé a "mi chico del laboratorio" y le dije que quería "enfrascarnos".
-Estás loca. Muy loca- me dijo- Pero a ti no se te puede decir que no. Y ¿cuáles son las condiciones?
No quiero que ÉTER sea un perfume. Quiero que sea un homenaje. Es un homenaje a todas las personas que alguna vez pensaron en rendirse. A las que batallan a diario, a las que pasan un momento difícil, a las que se han enfrentado a sus demonios, que lo están haciendo y que lo harán.
"Y tras el caos, el fuego y las cenizas brotó una hermosa flor". DAVID SANT.
Esta es mi historia, pero también la de Natacha (que siempre la tuve presente en este proyecto como inspiración, aunque ella no lo supiera), de Rosa, de Ana, de Jose David… y de tantas hermosas criaturas.
Ya veis que en las redes sociales, todo es bonito, aunque la realidad sea otra. Pero en mi caso, es bonito ¿sabéis por qué?Porque ahora soy consciente de que cada mañana, mientras se va la rigidez, soy yo y solo yo quién decide si contagiar al mundo mi "problema" o hacer de este un mundo más alegre. Y ya sabéis que me quedo, sin duda, con la segunda.